Muchos consideramos que la vida es un permanente “negociar”. Inclusive, si no estamos negociando con otra persona o grupo de personas, podríamos estarlo haciendo con nosotros mismos tomando decisiones sobre si “hacemos” o “no hacemos” determinada acción.

La negociación es un proceso por el cual se desea obtener algún beneficio y tanto sea en el ámbito laboral, familiar o personal, constantemente lo estamos haciendo. Es por ello que nos parece de trascendencia prestar especial atención a esta actividad que, consciente o inconscientemente realizarnos a diario.

Una mirada, un gesto, una postura, una palabra, un tono de voz y muchas expresiones más forman parte simbologíca a la hora de negociar. “Todo significa algo” y allí está nuestra habilidad para detectarlas y aprovecharlas de la mejor manera a la hora de una negociación. Obviamente que vamos a hacer todo lo posible para beneficiarnos en cualquier acuerdo o negociación solo que esto tiene un límite. ¿Cuál es ese límite?

Si vamos al comportamiento humano podemos afirmar con contundencia que, “nadie es feliz si los que nos rodean no lo son”, en negociación es lo mismo. No podemos estar totalmente satisfechos si con quien estamos negociando queda destruido, desamparado, sin margen alguno como para poder decir, “..yo también estoy satisfecho..” y poder negociar nuevamente.

Muchos habrán escuchado en talleres, libros o seminarios de negociación expresar: “ganar – ganar”, de eso se trata. El óptimo de una negociación se sustancia en el resultado donde “las dos partes concluyen en conformidad positiva”.

Si yo gano y el otro no gana, yo no gano”

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