Como mencionamos en nuestro artículo anterior, esta frase es más poderosa de lo que podemos imaginar a primera impresión. Tan es así que, sobre esta misma expresión realizaremos otra reflexión implícita que complementa lo que ya expusimos.
Sintéticamente, uno de los contenidos refleja la necesidad de corroborar que nuestro mensaje haya llegado al destinatario. Esto mencionamos en nuestro anterior artículo, y sobre la base de que somos especialistas en no hacernos cargo de los errores cometidos, probablemente sigamos cometiendo los mismos errores llegando a los mismos resultados. Ver https://equiposdetrabajo.com.uy/comunicacion-no-es-lo-que-sale-es-lo-que-llega/
Ahora, cuando realizamos una comunicación de la índole que sea, ¿Estamos seguros que estamos trasmitiendo lo que realmente queremos trasmitir?
Hay personas que tienen más facilidad que otras al comunicarse. De cualquier manera, esta reflexión sirve tanto para quienes tienen esa facilidad y como para los que no la tienen.
¿Cuál es la forma de darnos cuenta que hemos realizado una comunicación correcta o una incorrecta? En otras palabras, ¿Lo que salió es lo que llegó?
Es muy simple, EL RESULTADO QUE OBTENEMOS.
Si pretendemos elogiar a alguien y nos agradece, hemos realizado una comunicación correcta. Si pretendemos agredir a alguien y se enoja hemos realizado una comunicación correcta. Si queremos explicar una situación y no nos la entienden, estamos equivocando la forma. Y así podríamos seguir ejemplificando.
En algunos talleres nos cuestionan:
Y si le trasmitimos a alguien que realice alguna tarea y no la realiza. Nosotros la comunicamos correctamente en tiempo y forma pero no se realiza. ¿Porqué no puede ser que la otra persona sea la que se equivoca?
La respuesta a esto es: si pensamos que la otra persona se equivoca, continuaremos trasmitiéndole nuestras comunicaciones de la misma forma y por tal obtendremos los mismos resultados. Tal vez, para esa persona tengamos que encontrar una forma diferente de comunicación. Si modificamos nuestra forma de comunicarnos y seguimos con el mismo problema, tendremos que tomar una decisión al respecto en base a los resultados que se están obteniendo del rendimiento de esa persona.
En definitiva, generalmente creemos que estamos alineados entre lo que pretendemos decir y lo que decimos y no siempre es así. Chequear con los resultados que obtenemos es la mejor forma de corroborar nuestra correcta comunicación.
“COMUNICACIÓN NO ES LO QUE SALE, ES LO QUE LLEGA”
Excelente razonamiento, como siempre Antonio!
Correcto.
El resultado es la mejor manera de evaluar la comunicación realizada.
Hay muchos aspectos que afectan la comunicación. Uno es sin duda, la coherencia interna del emisor. Coherencia entre lo que piensa que logrará y la interferencia de pensamientos de índole subrepticia, que se mueven y se cuelan en su interno, al margen de la percepción de la propia inteligencia. Concretamente: la intención consciente o inconsciente que puede estar motivando la comunicación. Pongamos por caso una conversación presencial. Por mejor elaborado que esté el envase de la palabra, si en el fondo del emisor existe una molestia, un enojo, una irritación, la comunicación estará teñida por ese estado de ánimo, independientemente del discurso. Lo gestual, lo corporal y fundamentalmente el estado psicológico-mental, le incorpora un «color» al mensaje que casi siempre el receptor percibe, aunque en el momento lo disimule.
Lo mismo pasaría al trasmitir un mensaje carente de la convicción real de lo que se propone lograr. Hay muchos ámbitos de observación al respecto, en donde el discurso «no convence».
Pero aún en los casos de la limpieza y convicción del mensaje a trasmitir, hay un aspecto no menor en la comunicación que suele pasarse por alto. La facultad de entender no tiene en todos el mismo desarrollo. O no siempre está libre de las interferencias de la susceptibilidad, la suspicacia o la desconfianza, entre otras.
En general, hay razones fundadas. En otros casos no.
En personas con escasa capacitación, o (en el otro extremo) en personas con una excesiva valoración de si mismas, suelen ocurrir situaciones análogas: no pueden entender un mensaje claro. En un caso por poco desarrollo y en el otro por demasiada suficiencia.
Y para no quedarnos en la fase de diagnóstico solamente, una forma posible de intentar llegar a un entendimiento mutuo es recurrir a la pregunta (y a la repregunta), permitiendo al que escucha comprender mejor qué es lo que está recibiendo la mente de su interlocutor, para intentar adecuar el mensaje de una manera mejor. Sin garantías, para los casos extremos. Tal vez dejar pasar el tiempo para volver en otro momento, desde otro ángulo, mejoran las oportunidades del entendimiento mutuo.
Quedaría por ver también la diferencia relevante entre entender y comprender; pero se extendería mucho este ya largo mensaje.
Un cordial saludo, con el aprecio de siempre.
Jorge Dusio